Ella nunca imaginó que una cita a ciegas pudiera estar tan cargada de misterio. La carta, escrita con letras cuidadosamente trazadas, le indicaba que debía comenzar sola. Sin preguntas, sin dudas. Solo la promesa de una tarde llena de enigmas y sensaciones por descubrir. La intriga comenzó a mezclar con la excitación, mientras sus hormonas anticipaban lo que vendría. En el momento exacto, un hombre apareció, la vio desnuda y le sonrió. Su presencia, tan enigmática como su mirada, facilitó que la atmósfera se volviera algo más que una simple cita.